Relaciones y sexo en el nuevo milenio

La socialización es una de las funciones vitales más importantes para el ser humano, que como buen animal gremial funciona mucho mejor en manada, a pesar de que, por desgracia, nuestra estructura social no funciona tan bien como en los animales. Digo por desgracia, porque cuando se trata estos últimos, hay muchos menos conflictos ya que su jerarquía está bien claro; y los humanos hace tiempo que empezamos a desear poder huir de clases, estamentos y roles sociales. Un triunfo como especie, no hay duda, y un gran paso en el devenir de nuestra evolución.

Otra función importante del ser humano es la de la reproducción; y en nosotros, al contrario que en la gran mayoría de los animales, esto da lugar no solo al acto sexual en sí, sino también a una relación íntima y personal. El vivir en pareja y crear una familia fue la principal forma de relacionarse para reproducirse desde que los primeros humanos se organizaron en sociedades; vamos, que hombres y mujeres tendían a unirse, ya fuera de forma ocasional o permanente, a la hora de buscar la continuidad de la especie, y esto fue así desde las primeras formas de civilización. Por eso, llegados a este momento, no nos debe extrañar que algún momento hubiera un punto de inflexión importante en torno a ello.

¿Cuál fue ese punto? Bueno, quizá pudiéramos considerar como tal la revolución sexual del siglo pasado. Muchas cosas cambiaron sobre los años 60, cuando medio mundo pedía la libertad sexual, y se empezaron a formar los movimientos sociales más importantes en pro de los derechos de colectivos homosexuales, por ejemplo. Y ya sabes, fue entonces cuando se creó el lema: «haz el amor y no la guerra», un eslogan que el movimiento hippie hizo suyo, y que la más rancia sociedad asoció no con la libertad sexual, sino con el libertinaje. Fueron años locos, en que hubo de todo, no lo negaremos; pero sin duda fueron un antes y un después en la forma en que las personas empezamos a relacionarnos sexualmente con otras.

De resulta de todos esos cambios, el mundo entero quería practicar el sexo gratis, y nos llenaba de orgullo el poder decir que disfrutábamos de los encuentros ocasionales, diferenciando muy bien lo que era deseo físico por otra persona en un momento dado, y el deseo de una relación más profunda. Y de igual forma, salió a la luz la pornografía, que hasta entonces había sido una cosa que solo se consumía en secreto y en ciertos círculos: revistas eróticas y peliculas porno empezaron a hacer su agosto, y a poder disfrutarse de cara a todo el mundo. Y aún así, poco podían imaginar esos hippies sesenteros que en unos años un invento llamado internet pondría a disposición del mundo entero el porno online, y ya no habría límites para su difusión.

Con estos antecedentes, cualquiera hubiera pensado que el nuevo siglo vendría acompañado de una forma de vivir la sexualidad sin límites, libre de prejuicios y de una forma totalmente abierta, tanto en el ámbito público como en el privado. No significa esto andar follando al aire libre, sino que las parejas, sea del sexo que fueran, estarían en un plano de igual a igual, teniendo claro qué era deseo físico y qué ganas de una relación sentimental; y por ende, satisfacer esos deseos ya no sería tan complicado, libre de prejuicios y vergüenzas. ¿Pero sabes qué? Resulta que los millennials tienen menos sexo que las generaciones anteriores, algo totalmente incomprensible. ¿Qué les está pasando a los jóvenes de hoy?

De un reciente estudio que dio como resultado esos datos, se desprende que no es por falta de oportunidades, sino por falta de ganas, lo cual ya es bastante preocupante. Sería la primera generación en la historia de la humanidad que está más preocupada por otras cosas de la vida que por el sexo; para colmo, también sería la primera en tener plena libertad para vivir su sexualidad como quiera. ¿Qué es lo que está pasando? Parece que cosas como la tecnología está haciendo que todo un montón de jóvenes pierda el interés en el ñaca ñana, bailar el mambo o ponerse mirando pa Cuenca… Y llegados a esta punto, más nos vale ponernos a reflexionar.